Safari en Tepito

Tlatelolco – Tequipeuhcan – Tepito


Esta placa se encuentra en la fachada de la parroquia de La Conchita, ubicada en el cruce de Tenochtitlan y la calle de singular nombre: “Constancia de los hechos ocurridos durante los 93 días, de la heroica defensa de México-Tenochtitlan”, comandada por Cuauhtémoc.

Lo que hoy es Tepito, tenía por nombre Mecamalinco o lugar donde se tuercen las sogas para el tianguis de Tlatelolco, por ser el barrio de los mecapaleros. Cuauhtémoc se atrincheró en el único barrio que trabajaba todo el día con el trasiego de mercaderías que se ofrecían en el tianguis de Tlatelolco, y que por las tardes y noches se remataban.

En el Lienzo de Tlaxcala, los tlacuilos tlaxcaltecas, que acompañaban a Hernán Cortés, plasmaron en dibujos la masacre que realizaban los conquistadores en cada barrio y pueblo. Este documento da fe de la defensa realizada en este sitio por el último Tlatoani mexica. 

En este lugar, Cuauhtémoc promulgó su Ordenanza a los mexicanos de todos los tiempos, para que siguiéramos luchando al amparo de nuestro destino. Lo cual acredita que Tepito sea un barrio que todavía existe porque resiste, con la misma fuerza y bravura con la que defiende este solar nativo y su pedazo de cielo.



De Tepito para el mundo

Alfonso Hernández, Centro de Estudios Tepiteños


 Así como el emblema de la ciudad es el Ángel de la Independencia
el Barrio bravo de Tepito es el símbolo de la raza y de la ñeriza

En 1950, la cultura de la pobreza de Los hijos de Sánchez
escandalizó a intelectuales y a la clase política gobernante
Hoy, asombra la vitalidad y la riqueza aurática
de los tepiteños que presumimos la evolución
del Homo-tepitecus al Ñero-en-la-cultura
con la misma fuerza. bravura y resistencia de siempre
ya que por ser el barrio donde enterraron
el cordón umbilical de la Musa callejera
en Tepito se aprende a reciclar la cultura
en todas las formas del lenguaje, del trabajo y de la vida
ya que los nacidos acá y desde las primeras peleas en la coliseo
aprendemos a traer siempre en chinga al Ángel de la guarda

De carne y hueso aparecen retratados
los célebres abuelitos del Arte Acá
el maestro Casco y el maestro Manrique
la Verdolaga enmascarada y el Chico temido de la vecindad
los devotos de San Juditas y los de la Niña Blanca
algunos de los oficios inventados por los tepiteños
siempre reciclando conciencias e inconsciencias

También están las matriarcas y los machines
los artesanos chipocludos y la diversidad sexual
los luchadores, futbolistas, boxeadores, y deportistas
que luchan para que Tepito no deje de ser semillero de campeones

Ora que al barrio lo quieren mandar a la verde
quesque porque en la roja ya no hay camas
este libro deja ver a los tepiteños de coraza
trabajando duro hasta que se hace oscuro
quietos como un resorte y listos como un cerillo

Antes Adalberto Martínez “Resortes”
y hoy Arturo Ayala, hacen honor al bailongo
más, desde que “El tirantes” se los confecciona
con el elástico de los ligueros de sus damas
Eugenio Atget hizo fotos de los suburbios de París
y por acá, Francisco  Mata  Rosas con la imaginación de la
 niña de los ojos que habita en su cámara
con su anterior libro: México-Tenochtitlan
hasta el que hoy presentamos aquí…
registran fotográficamente todo lo que somos…
y si de dan tinta, tal parece que todos somos Tepito

Y como para un barrio emblemático y temerario
hacía falta conjugar a ñeros y ñeritas temerarios
debo reconocer los apoyos y méritos de:
Frabizio Mejía, con su narrativa barrial
Alfredo Matus, con su gestoría cultural
Débora Holtz, con su visión editorial
Ramón Rojo, con su Sonido La Changa,
Son Tepito, con su ritmo a todo dar
Elena Cepeda De León, Secretaria de Cultura del GDF
por patrocinar la coedición de este libro.
Lo demás corre a cuenta del Salón Los Ángeles
de la Cerveza Corona y de Tequila Cuervo…

Tepito defiende la identidad de su cultura barrial
y se sobrepone a los procesos arruinadores
del capital social de la barriada

La cultura tepiteña vuelve a brillar
y a dejar la huella de su protagonismo urbano
pues el destino de Tepito es que nadie crea en su destino
Convertido en el barrio-bisagra del Centro Histórico
Tepito sigue defendiendo su solar nativo y su pedazo de cielo
pues ¡ ante  lo  prohibido !  ¡  las  calles  de  lo  posible  !
donde La bola, El baratillo, y el Tianguis, hicieron de Tepito
el barrio más estructurado y globalizado de la ciudad

Nosotros decimos que :          México ya es el Tepito del mundo
y que Tepito es la síntesis de lo mexicano.
Digno heredero del Señorío y del Tianguis de Tlatelolco
¡ el obstinado Tepito ¡ ¡ es un barrio en resistencia !
que sobrepone su carisma vecinal y comercial
contra el estigma delincuencial oficial.
Y este evento y su libro son una prueba de ello, así que
no dejen de bailar, ni de adquirir el libro, y…
¡ Muchas  gracias  a  todos  por  estar  aquí ¡


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El barrio de la grifa yde las almas perdidas

Por: Alfonso Hernández

Ramón Rojo y su sonido La Changa les manda un saludo! y esta rolita! para toda la banda de los ojos rojos! Y como en automático, los pachuchos agarran pareja para mover el bote y rasparle la suela a sus zapatos con punta de puñal y tacón de piloncillo. Los pachecos espulgan los cocos, pues el que forja y no atiza ni la ceniza le toca. Y ni quien se resista a chutarse una rola con cualquiera de esos incansables lilos que dominan la pista en los toquines de los sonideros.

El ambiente se va haciendo pesado. Las caguamas se vacían a sorbos de gargantas aventureras y una que otra profunda. Quienes bailan tienen el mismo estilacho de los bofes del barrio, puros vaivenes chidos, en esas calles de dios convertidas en gimnasios paganos para darle gusto a todos los sentidos.

El Balico luce su dije con un par de guantes de plata, presumiendo cuando le ganó la pelea al Chico Adame. El Tirantes ensaliva su bigote y busca pareja no tan pendeja pal bailongo. El Adán se deja ver nomás para oler el miedo de quienes sienten pasos en la azotea. En la Casa Blanca, el chico temido de la vecindad malorea al niño que tejincado, mientras su abuelo presume a sus cuates haber conseguido verhijas grandes.

En las pulcatas ya no sirven del muchachero. Qué tiempos aquellos en que dos tornillos eran suficientes para llegar a la casa pateando puertas y gritar ¡ora sí, que me suelten a la leona!: Eran pulques que con un chito aseguraban un muchachito. Nomás era cosa de esperar que la baba de oso hiciera su efecto, como si fuera un licuado de yeso. Los ñorses de entonces se dejaban ir con las güilas de cualquier zonaja, o se fugaban hasta la de Pachuca con el pretexto de ir a checar la hora. Aunque otros se lanzaban a Puebla, famosa por su camote, sumole, y una que otra mascada, del beato Carlos, auxiliado por su sacristana Rosa Melcacho, una cuarentona y solterona con fama de cabrona.

Antes así eran las cosas. Porque ya ni el de los merengues juega volados. Hoy, los volados son de a cualquier raya contra lo que me sobra. Y ni que decir de las mujeres que hoy en día, ya no guisan con manteca. Y que el célebre señor Patiño es tuleño con tanates de niño. Y que don Agapito, en el bazar de las ganas vende pornografía, armaños inflables y prótesis para quienes ya no viven en Paraguay y se cambiaron a Manuel Doblado.

La novedad en regarrotes, son los condones Disney, con la figura de Mickey Mouse, al que se inflan las orejitas a la mera hora. Y hasta un chafalote de doble cabeza para quienes gustan de practicar el candado. Lo demás, son productos chafas para quienes no saben que el mejor afrodisiaco es el cerebro o el cambio de fundillo. En caso extremo, con cirugía se pueden hacer la operación jarocha, y en lugar de pito les pueden poner una panocha o una garrocha. Pues en estos tiempos apocalípticos, no queda otra masque coger y mamar, porque el mundo se va a acabar.

La culpa por la fama. Los dizque huevos de caguama, son blanquillos de gallina remojados en ácido, o son de lagarto. Las vitamigas ayudan pero no hacen milagros. Algunos puesteros cobran más caro que nadie el impuesto a la ingenuidad. Muchos perfumeros venden envases originales con esencias de la Farmacia París. Un soltero maduro puede ser puto seguro. Del anillo te hacen una medalla o un medallón. Y el lente oscuro delata un marihuano seguro. En Tepito ándese movido como bandido o le quitan los calcetines sin quitarle los zapatos. Y si eres machín luce un tatuaje en la gaver que diga ¡Villagada! o sea: ¡Viva Villa, hijos de la chingada! Acá, los devotos de la Santa Muerte saben que la dimensión simbólica de esta imagen rebasa en mucho la de otras de madera o yeso, que son veneradas por fanáticos de la sin hueso, que me lambestido de china poblana.

En la barriada, cuando se tienen las primeras peleas en la Coliseo, lo primero que se aprende es traer siempre en chinga a nuestro Ángel de la guarda. Para luego lucirse en eso de comer bien, coger fuerte y enseñarle los huerfanitos a la muerte. Antes, los chavos jiotosos parecían Caballeros Leopardo de tanta mancha, y si tenían mezquinos era porque eran envidiosos con las hermanas. Hoy, los chavos parecen tigres de tantas rallas que se meten y si tienen verrugas es porque sus joyas son chafas. Y si les creció un pelo en la mano, es porque le echan mucha azúcar a los churros. Pero, si lucen callos en los dedos, es porque le jalan duro el hilo de cáñamo a su papalote.

A toda hora, las calles del barrio se convierten en un purgatorio donde todo se paga. Las azoteas son como el paraíso de los novios, de los grifos, y de quienes gustan de volar papalotes y aprender a mamarle la miel a las estrellas. La crisis vale madres en esta barriada que siempre ha estado en crisis.

Algunos patios de vecindad tienen asoleaderos para blanquear la ropa sobre montones de huevos de río, junto a los maceteros con geranios y todo tipo de plantas medicinales para remedios caseros o para las reumas de la abuelita. Por las mañanas, los patios de vecindad parecen albercotas que se van llenando de luz. Y al mediodía, con tanta ropa de obreros y de culeros, aquello parece un atracadero urbano, con mástiles de piratas mecidos por un viento suave, que a veces se torna cabrón y devastador. Y al atardecer, comienzan a contrastarse los claroscuros en los arrugados muros de adobe, semejando paredes hechas con pieles de mamuts y dinosaurios, cuyas osamentas y vísceras se dejan entrever y hasta palpar. Pues acá importa mucho preservar el espacio de Tepito y alargar el tiempo que tiene este barrio sobreviviendo con su misma fuerza, bravura y resistencia.


Si el fotógrafo registra la historia y el artista recrea el concepto, el alburero recicla el lenguaje, pues frente a la fayuca cultural clasemediera, el Aleph verbal de la barriada se significa en el caló, el albur, y el calambur, que son el jocoso ajedrez mental de los iniciados en las artes del latín y el latón. Donde el albur sirve para calibrar el vocabulario del otro, medir su grado de ingenuidad, y malorearlo con una buena verbalización rimada en verso y sin esfuerzo.



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El obstinado  barrio de Tepito.


Por: Alfonso Hernández H.


En la historia de la ciudad, y a escasas ocho calles del Centro Histórico, Tepito lo ha sido todo: Modesto barrio Indígena, Miserable enclave Colonial, Arrabal de la Ciudad de los Palacios, Obraje de oficios artesanales, Tianguis de abasto popular, Punto de referencia en la ciudad de los contrastes, Mito, leyenda, y realidad social alternativa.

Cercano a Tenochtitlan el tianguis de Tlatelolco estaba rodeado de barrios menores dedicados a la alfarería, al guardado y al transporte de mercancías. Con la llegada de los conquistadores hispanos, quienes ya tenían sitiada Tenochtitlan, la defensa fue encomendada a Cuauhtemotzin, quien dejando su Tecpan se atrincheró junto al Teocalli  del modesto barrio de Mecamalinco (primer nombre de Tepito), resistiendo con los lugareños durante 93 días, hasta deponer las armas la tarde del 13 de agosto de 1521. Y por este hecho  al lugar se le nombró Nican Tequipeuhcan que significa “aquí comenzó el tequio obligado” equivalente al concepto de esclavitud.

Antes de ser apresado, Cuauhtemotzin promulgó la Consigna de Anáhuac, que entre otras cosas dice: “...Dentro de su corazón escondan todo lo que nuestro corazón ama y sabemos que es nuestro tesoro. Destruyan nuestros templos, nuestras casas de estudio, nuestros campos de juego de pelota, las casas de jóvenes. Que solos queden los caminos. Resguarden vivo nuestro fuego y continúen luchando al amparo de nuestro destino, hasta que otra vez se levante nuestro digno Sol en nuestra amada tierra de Anáhuac”.

Desde entonces, Tepito se significa como el barrio cuya fuerza, bravura, y resistencia defiende su solar nativo y su pedazo de cielo. Y a pesar de sus avatares históricos, los tepitenses siempre han sabido sobrevivir con su talento creativo, toda vez que el artesanado descubre con su oficio la naturaleza íntima de la materia y su poder latente. Donde la constante es la autoproducción social del hábitat, rechazando los prototipos urbanos convencionales que van eliminando al barrio como aliviadero residencial y laboral.

Tepito retomó la tradición comercial del célebre Tianguis de Tlatelolco, convirtiéndose en un Baratillo especializado en todo tipo de mercaderías: nuevas y usadas, antiguas y recicladas, nacionales e importadas, auténticas y piratas, descontinuadas y en ocasiones hasta robadas. Lo cual, inclusive le permite regular el mercado de precios en la ciudad, y satisfacer el consumo de todos los presupuestos familiares. Todo esto, sin formar parte de ningún programa de gobierno.

La estructura habitacional propia de Tepito, consistía en una serie de vecindades cuyas viviendas estaban alrededor de un patio común. Tales vecindades se convirtieron en la columna vertebral del barrio, pues articulaban los usos del espacio convirtiéndose en unas matrilocalidades prodigiosas, cuyo engranaje laboral hizo de los tepiteños el burgo artesanal más creativo y productivo de la ciudad. Y como todos los otros barrios vivos de la ciudad, Tepito contiene el patrimonio del espacio representado, entre lo inefable y lo posible, cuyo solar nativo asegura que, ante el urbanismo depredador, los barrios serán los centros históricos del mañana, pues allí se especializa cada sujeto de la experiencia barrial
Cuando el barrio de Tepito fue capaz de crear su propia corporación artesanal, el sistema creó otro modelo de ascenso social y económico individualizado: el boxeador. Quien ni peleaba por el barrio ni proyectaba la mejor imagen de Tepito. Por lo que, cuando Tepito dejó de ser un semillero de campeones del boxeo, la ideología del mercado hizo surgir como nuevo prototipo masificado: al fayuquero; quien es un importador a diversas escalas.

El icono urbano con el que se identifica  a Tepito es un par de zapatos y un par de guantes de boxeo. Pues con trabajo y lucha, fuerza y resistencia, Tepito cimentó sus propios baluartes. Donde cada taller familiar forma parte de una misma matriz laboral cuyo engranaje y correas de transmisión constituyen una actividad ocupacional hogareña y callejera, donde los trabajadores directos de esta fábrica social son los incansables tradifas que compiten con la economía de mercado y su tianguis global.

Esta informalidad de la economía es considerada una patología de la ciudad y una competencia desleal con el comercio establecido. Pero, en esta ciudad-mercado, con un sistema industrial simulado, la economía informal se continúa posicionando del abasto popular, con su propio capital circulante que no tiene que ser redimido por ningún Banco.

En Tepito residen 50 mil habitantes y su tianguis es un mercado abierto con casi diez mil unidades comerciales, donde a diario llega una población flotante de 20 a 25 mil compradores y visitantes que aprovechan su oferta comercial y de servicios. Aunque también hay que precisar que el mercadeo de estupefacientes está siendo aprovechado por criminales que usufructúan la cobertura de este nicho comercial popular.

Si bien el tianguis tepiteño es un espacio tradicional que organiza el consumo lúdico y masivo, generando estabilidad social a propios y extraños. También es un ambiente barrial que crea resistencias, desafiando conductas y dominaciones articuladas por el poder. Lo cual identifica a Tepito como una espacialidad urbana de resistencia histórica contra la dominación  cultural y social. Lo que hace de Tepito un escenario urbano donde el barrio se significa por continuar manteniendo el control de su ingeniería comercial y el su tecnología artesanal, reinventando la moda y reciclando la tecnología que le llega del exterior.

Históricamente, y casi por ley, no hay oportunidades para que un barrio independiente sobreviva con una economía propia. Por eso sorprende que Tepito  funcione mejor, cuando está abierto a todos, como un paracaídas que sirve de amortiguador social de la clase popular en tiempos de crisis recurrentes. Y esto hace de Tepito un espacio vital que interactúa como un barrio-bisagra con el Centro Histórico de la ciudad.

Tepito es una minúscula porción geográfica y cultural, con símbolos que le dan identidad y con elementos que le dan cohesión, cuya capacidad y vigencia le permiten seguir construyendo su adentro y su afuera. Pues a pesar de ser un barrio tan denostado, Tepito está desbordado más allá de sus límites. En lucha contra un Virus Anti-barrio que está alterando su grandeza y que quiere confinarlo entre las ruinas de la miseria urbana. Para que Tepito funcione en su mínima expresión, convertido en una territorialidad residual, de lo que pudo haber sido y no fue.

Todo barrio vivo es una escala urbana capaz de integrar arraigo, identidad y cultura local. Y en el caso de Tepito su control maestro se ha convertido en un disco duro de roer, cuyo programa está comenzando una nueva lucha sobreponiendo su carisma vecinal al estigma delincuencial.

Aunque Tepito no es un barrio modelo, ni lo han dejado ser. Sí es un barrio ejemplar en su sobrevivencia urbana y la evolución sociocultural de su vecindario. Por esto es que su gente dice que el Homo-tepitecus ya es un auténtico Ñero-en-la-cultura-urbana, que lo hace uno de los barrios mas emblemáticos de la ciudad.


Balazo: “Desde la Garita de Peralvillo, Tepito semeja un arrabal miserable cuyas casuchas mas parecen temascales de lodo, pero, donde se sabe que los lugareños son gente que a la menor provocación empuñan el arma y se saben enfrentar a los gendarmes y a los mismos diablos”.
            Los bandidos de Río Frío, Manuel Payno. 1891

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Irse al otro barrio,

cuando chiras pelas


Por: Alfonso Hernández, Cronista de Tepito

La ciudad ilustrada, opulenta y cristiana, genera acusaciones genéricas con calificativos avanzados contra los barrios populares a los que estigmatiza como inmensas cloacas de infección y vicio, de crimen y de peste, cual si fueran verdaderos potreros de la muerte

La religión en su obsesiva necesidad de dominarlo todo, ha tenido por consecuencia el olvido de nuestro ser ritual, expresivo y ceremonial; cuya recuperación no implica irracionalidad, sino que, todo lo contrario, es la condición de la sana racionalidad, cuya devoción emotivamente primaria se enfrenta a la condición del hombre moderno y su ceguera; no ya para entender a los demás, sino para comprenderse a sí mismo, sin nada que opaque su propia naturaleza.

Cuando misteriosamente La Cierta se hace presente para llevarnos al otro barrio, es un hecho que no ha de trivializarse, pues tal misterio se convierte en guía. Por lo tanto, no hay que dejar al Yo (a nosotros) fuera de la figura con la que se representa a la Muerte.

El Yo es una parte fundamental de todos los elementos de esta figura. Pues lo que le da contenido y profundidad a esta, es la unión entre cada quien y Ella. Ya que entre los devotos de la Santa Muerte persiste el reconocimiento de algo que es humano y que puede manifestarse de formas bien distintas. De ahí que, para quienes no son devotos, lo siniestro de tal costumbre se considere como el miedo a la existencia y su relación con otros aspectos de la vida humana. Y en tal perspectiva, la religión, en esencia, no es sino el intento de ponerse a salvo de las inclemencias de la vida.

Se llega a decir que la religión es como un sentimiento; un sentimiento que anhela lo que no puede. Mientras que esta devoción callejera es un sentimiento que no se deja engañar por las formalidades del dogma religioso. Que no permite el reencuentro con nosotros mismos, con nuestras creencias primitivas, expectativas, valores y sentido de la existencia. Ya que sus ministros controlan todas las instancias de opinión: -Yo sé de este problema y la solución.

En estos tiempos, el proceso de evolución cultural del hombre todavía no despeja ni responde los enigmas que circundan el nacimiento y la muerte, el fin de la magia y el surgimiento de la religión. Por esto, la devoción de la Santa Muerte se ejerce de manera simpatética y homeopática.

Es simpatética porque, implica una correspondencia de influjos y reacciones entre realidades alejadas en el espacio, pero que se encuentran sumergidas en el agua de la duda. Y es homeopática porque la rige el principio de similitud, cuya probada aplicación familiar sabe que lo semejante es un remedio que alivia y cura cuando se traduce en una filosofía de la vida y el destino. Y quien se atreve a conmoverse por la majestad de la muerte, sólo puede expresarlo a través de una vida en consonancia. Esto no es, naturalmente, una explicación, sino colocar un símbolo en vez de otro. Una ceremonia en vez de otra.

De cara al espíritu de la fiesta, la naturaleza interna de la costumbre es la que nos hace atractivo lo siniestro. Expulsar la muerte o matar la muerte representada como esqueleto, como si, en cierto sentido también estuviera muerta. Nada es tan muerto como la muerte; nada es más bello que la belleza misma. Es por esto que a la filosofía actual y a las teorías pueriles les falta el aspecto infantil. Y a veces es tanta la aglomeración de opiniones en torno a esto que, no afloran porque todas quieren abrirse paso y, así, se tapan unas a otras su explicación lógica.

Lo posiblemente correcto para entender todo esto, será encontrar analogías, es decir, analogías que han de partir desde nosotros mismos. Pues entenderíamos que todo lo terrible que podemos pensar que ocurrirá, nace de lo terrible que es la vida misma. En tal caso, la devoción a la Santa Muerte viene a ser un exutorio para acabar completamente denotado por la existencia.


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Tepito, el barrio axolote


Por: Alfonso Hernández

Nuestro barrio sigue siendo ese lugar común, cuya larga sombra de nostalgia y melancolía se torna en el testimonio emblemático de una época que no ha volver y cuyo recuerdo despierta una tristeza íntima, capaz de expandirse por todas sus calles para gestar un fenómeno cultural emergente cuya forma de vida no hace del arte un objeto de consumo ni de la cultura un espectáculo.

La escala urbana del barrio de Tepito es el único remanente del estrato mítico de un paraíso perdido desde cuando desecaron el lago de México-Tenochtitlan y perdimos nuestro edén lacustre, del que sobrevive una extraña especie a la que llamamos axolote. Que se niega a desaparecer y que para sobrevivir se sigue metamorfoseando como uno de los vestigios ancestrales que evidencian la desnuda peladez con la que identifican a las barriadas.

Por ello, Tepito nunca está desprevenido ni desorganizado de tal modo que estuviera esperando que los académicos y demás científicos sociales llegaran a descifrar sus códigos y descubrir sus secretos. Pues al igual que todo barrio mestizo, Tepito está considerado un territorio impenetrable por la sociedad criolla, cuyas redes de poder y manejo de estereotipos trazan divisiones políticas y fronteras culturales con las que económicamente penetran y mantienen sometida la opacidad de la identidad cultural chilanga; haciendo del corazón de México un centro de espectáculos donde el pueblo se convierta en público.

Tepito es un barrio que no fue planeado para incluirse en los diccionarios, las enciclopedias, ni las guías de turismo. La historia oficial tampoco guarda registro de las gestas y gestos que definen su falta de reconocimiento oficial. Ni de su proceso de haber logrado lo imposible, al convertirse en el icono de la resistencia urbana y la pesadilla de los urbanistas polacos.

Para muchos chilangos, Tepito es un barrio macabrón, de rostro poco amable y con un paisaje urbano seductor que lo hace uno de los lugares más interesantes de la ciudad. Cuya razón para visitarlo es comprobar por qué, a pesar de su mala fama, seduce. Y sobre todo, por qué lo hace de una manera tan original...

El atractivo de Tepito se basa en el lado oscuro de su cultura barrial, cuyo estado de ánimo ha definido su forma de vida, su manera de ser, su modo de hablar, y su estado mental para estar siempre al tiro y traer siempre en chinga a su Ángel de la guarda. Y aunque Tepito es un barrio obstinado, permanece secuestrado por el urbanismo depredador, que si de algún prestigio goza, es el que le otorga la mala fama de sus desarrolladores inmobiliarios.

Llegarle a un Safari en Tepito implica renovar la capacidad de asombro y comenzar a entender un poco mejor ese mundo globalizado que está por venir, y que de hecho ya hizo de México el Tepito del mundo. Es cierto que Tepito no es para todos los gustos, es sólo para quienes se atreven a explorar sus propios límites y aceptan la tentación de aprender las claves que reinventan el alfabeto urbano y descifran hacia donde están precipitando a esta ciudad y a todo el país.

Los oscuros orígenes de Tepito lo han convertido en un barrio cuya mala fama es culpable de su reputación. Cuyo destino es que nadie crea en su destino manifiesto, que de vez en cuando le hace malas jugadas a su buena suerte. Pero, que si de volados se trata, se la juega de a cualquier raya, contra lo que le sobra.

A la par de todas sus broncas urbanas, Tepito sigue procreando y reproduciendo rizomáticamente movimientos artísticos y culturales insospechados. Y aunque la melancolía por los murales del Arte Acá se la culiaron ellos mismos cuando se les agrió el carácter, se les arranció la pintura, y se les secó la tinta; han surgido nuevas expresiones con corrientes de pensamiento y actitudes que entrelazan dialécticamente la defensa del arraigo, la identidad, y la cultura local. Pues Tepito sigue siendo un archivo barrial donde permanecen los elementos culturales comunitarios que más se adaptan a los temperamentos y objetivos vitales de todos sus individuos y ñeros de coraza.

Debido a la vigencia de sus fórmulas comunitarias sociales y económicas, Tepito mantiene la efectividad de sus relaciones de poder con todas las clases sociales. Y debido a su matriz laboral estratificada, en Tepito nunca falta el trabajo, lo malo es, que se trata de actividades tipificadas como fuera de la Ley del Seguro Social y otras muchas.

Es sabido que la fuerza natural de un barrio como Tepito, depende de la estructura rizomática de su lenguaje cuyas palabras no son simples sustantivos sino ideogramas de acciones. Cuya propensión a la acción directa es una reacción innata de los tepiteños, quienes pocas veces revelan porqué se rebelan contra todo lo que atenta contra este barrio.

Muchos buscan en Tepito lo que la ciudad les niega. Los que se la saben, siempre vienen por lo suyo. Otros muchos agarran a Tepito de escaparate o tendedero existencial. A algunos les basta caminar un par de calles para surtirse de adrenalina ilegal. Por eso, Tepito siempre está reinventando su instalación de contactos múltiples para mantenerse como la fábrica de dinero y felicidad más efectiva de México. Aunque a veces falle al echar a andar su conspiración antigua y pagana de comerciar con todo lo que se pueda.

Como Tepito siempre está construyendo su adentro y su afuera, reinventando y reciclando todo lo que le llega. A falta de atractivos urbanos convencionales, ha aprendido a hacer de su entramado barrial una estética que refleja una cultura propia más chida que la que la ciudad le niega.

Su andamiaje, tinglado e ingeniería comercial estarán otra vez en la mira, tan pronto destapen los proyectos inmobiliarios de Carlos Slim y los del Fideicomiso del Bicentenario. Que organizarán una subasta de Tepito, para ver ¿cuánto dan por él?. Pues diez manzanas prediales forman parte del perímetro B del Centro Histórico. Jesús Carranza y Peralvillo están consideradas en el Corredor Turístico Catedral-Basílica. Y que decir de la jalada del Tepipuente, o segundo piso vial, que Alejando Encinas le heredó a Marcelo Ebrad, cuya cimentación estructural se comería quince metros de ambas aceras de Rayón y Granaditas, desde Reforma hasta Avenida del Trabajo, encima de la Línea B del STC-Metro.

La fuerza y bravura que mantienen la vigencia barrial de Tepito, fue considerada en uno de los talleres del 2º. Congreso Mundial de Escuelas de Planeación Urbana, que del 12 al 16 de julio de 2006, tuvo verificativo en el Palacio de Minería, donde académicos de 18 universidades evaluaron a “Tepito: la transformación de un barrio de resistencia”. Donde la UNAM y el Centro de Estudios Tepiteños, proyectaron el documental Tepito Sí (realizado en 1982) y expusieron la ofensiva inmobiliaria y gubernamental de 1976 al 2006.


Para más y mayor información de Tepito y anexas, lléguenle al espacio o grupo con quehacer cultural mas cerca de su domicilio: Centro Cultural Lagunilla-Peralvillo-Tepito, Centro de Estudios Tepiteños, El Zaguán, Galería José María Velasco, La hija de la palanca, Los Olvidados, Martes de Arte en Tepito, Peña Morelos, Tepito Arte-Acá, Tepito Crónico, Tepito Posible, y los que se acumulen para defender a la barriada. Porque, acá, no eres culto si no conoces la cosmovibrencia del axolote que transita por tus venas… 



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